Positivo


Mientras Xiang Wang y Li Zhao hacían el amor como lo hacen las parejas recién casadas en su luna de miel, mientras sus bocas confundían el sabor del goce con los restos de un delicioso Ban Mian, mientras aprovechaban la última noche de su travesía por toda Italia, la noticia había comenzado a circular.

Filippo era el responsable de limpieza del hotel y se encargó de que nada quede fuera de lugar ese martes. Apuró en terminar su jornada, y después de una porción de pizza callejera, llevó la noticia y su ilusión hasta la estación de tren que lo dejaría en Milano para que su Atalanta viva otra notte magica.

Las manos y las lágrimas de Marta y Alicia se entrelazaron en el aeropuerto. Su amistad se ponía en pausa porque la primera volvía a Brasil antes de que las fronteras se cierren. El doctorado podía esperar, porque la noticia ya circulaba entre ellas.

Cada vez más verdes. El milagro de los avances biotecnológicos había logrado en los últimos veinte años completar el proceso de maduración de las bananas dentro de un camión. Las atmósferas modificadas lograban la alquimia cromática de ingresar frutos marcadamente verdosos en Salvador de Bahía y entregarlos algo amarillentos en Uruguay, Paraguay y Argentina. Así lo sabía Edson, cuando una  madrugada de mayo puso marcha a su acoplado por la BR-285. Con la compañía del estéreo, cigarrillos y una tos que iba en ascenso, sabía que en tres días volvería a casa con su vehículo descargado. Las frutas y la noticia llegarían a destino.

Buenos Aires había dejado de ser una ciudad amigable para vivir. (¿Lo había sido alguna vez?). El vértigo, la intolerancia y el desprecio por el otro no eran propiedad exclusiva de una clase política. Sin embargo, las mismas razones que convertían a la capital en un caos, eran las que fundamentaban hoy su presencia por esas tierras. Teresa sabía inequívocamente que el precio que conseguía en el barrio de Once para la ropa de su negocio era mucho menor que en los pagos santafesinos. Por eso, cuando agosto flexibilizó la cuarentena se fue en su auto particular a buscar la postergada mercancía. Trajo en total doce pesadas bolsas de consorcio. Y una noticia que le hizo doler el cuerpo.

Entre el sanatorio y la clínica Roxana tenía cuarenta minutos. Los aprovechaba para buscar ofertas en cualquier rubro que se convertían automáticamente en los próximos regalos de familiares y amigos. Casi sin saberlo, como tantas otras personas, ella recibió la noticia. 

Hay quienes se enteraron en las terapias intensivas; otros se sorprendieron en los geriátricos. A algunos los encontró en sus ranchos, a otras en sus departamentos. Aunque la noticia se sepa, ya no todos están para contarla. A muchos se la dijo un médico, a pocos una voz en el teléfono.  A mí me la contó un whatsapp en la  mañana de este 23 de septiembre.