Gustavo Farabollini: Un tipo audaz











¿Se puede, en estos tiempos , vertiginosos e insustanciales, ser historiador,
tener a cargo el devenir informático del Ministerio de Gobierno de la Provincia,
ser docente universitario de grado y posgrado en dos universidades, y escritor
a la vez? ¿Se pueden resumir tantas vertientes del saber en una sola persona?


Gustavo Farabollini era todo eso, y un poco más.
Idealista, aplomado y seductor nato. Tenía la virtud de no exaltarse al hablar,
de convencer con argumentos. Perceptivo y sensible, no dudaba en dudar.


Sus últimos años lo conectaron íntimamente a su pasión literaria. Dictaba
talleres y escribía a caudales. Su libro más reconocido fue un verdadero puente
para las almas. Porque su novela es, además, un excelente documento histórico,
fruto del trabajo de una investigación que lo obligó a remover aguas viejas y quietas.


No puedo adjudicarme haberlo conocido en detalle pero tengo que la certeza
de que tipos como éstos se nos pasan, se nos escapan. La mediocridad en que
solemos vivir los invisibiliza. Alienados por el laburo, embobados por los opiáceos
que el mismo sistema nos ofrece, nos refugiamos en el fútbol, el celu o las series;
ignorando los artistas que nos rodean, desperdiciando tanto talento cercano. Me pasa
lo mismo cuando veo en algún escenario al Chino Mansutti, Sofía Kreig, Juane Voutat
o Florencia Minen, y siento que estamos rodeados por ríos de cultura, y no sabemos nadar.


Navegando esos torrentes se fue Gustavo, un inspirador. Nos queda su obra, que no es
poca cosa.

En el último mensaje que le escribí le conté que me había decidido a participar de un
concurso literario. Él sabía que yo era un escritor más voluntarioso que metódico;
más tozudo que técnico; que mi vuelo era todavía raso. ‘El mundo es de los audaces’
me contestó. No llegué a contarle que gané el primer premio.



Cada vez que te vas





 
Tu perfume danza en una estela
que mis manos buscan y no alcanzan.

Pensativos y oscuros,
tus ojos se quedan un rato más,
escrutando los míos.

Contra el temblor de mis dedos, 
tus manos siguen pulseando;
y recrean nuestras formas
a su imagen y semejanza.

Me persigue entre los libros
la inercia de tus besos;
me invita a pisar los caminos,
más sublimes y perversos.

Tiene el color de tu voz.
la lluvia que suena en la chapa,
furtiva, como las coincidencias.

Tu cuerpo de cristal,
permanece intacto.

Cada vez que te vas