Lucha de género



Las que viven solas;
Las que andan en bici;
Las que no se molestan por un poco de desorden.

Las que manejan su auto;
Las que no son rehenes del teléfono;
Las que casi no guardan tabúes para el amor.

Las que viajan con amigas;
Las que llevan con altura los años sumados.
Las que ya dieron vida y no descuidan la suya;

Las que sonríen gratuitamente;
Las que no se obligan a verse en pareja;
Las que no creen que mujer y maternidad sean sinónimos.

Las que ya vencieron al orgullo;
Las que se permiten equivocarse;
Las que cada día renacen para seguir luchando.


El properonismo institucional



Existe siempre una tensión entre el poder y sus formas de ejercerlo. Pueden o no ir de la mano las acciones
que un gobierno lleve adelante con el modo de consensuarlas, de construirlas. ¿Son acaso, más importantes los medios que los fines; el papel que el regalo; la ropa que el cuerpo? La respuesta, como casi siempre, no puede ser taxativa. Cuando lo que discutimos son gestos, tonos y costumbres no podemos escapar de cierta superficialidad, ya que estamos caracterizando al individuo y los alcances de tales modismos sólo tienen un efecto personalísimo. En cambio, cuando las formas tienen que ver con las instituciones, el análisis se configura objetivamente ya que las medidas del poder - dentro o fuera de las mismas - implican a la sociedad en su conjunto.

El kirchnerismo, durante sus últimos años fue recurridamente criticado por sus formas, en ambas variantes; en el abanico que comprende desde cuestiones de estilo y estética con argumentación difusa hasta la falta de calidad institucional, completamente cimentada en su fundamentos.

Y yacen precisamente en lo subjetivo de las formas las diferencias marcadas entre el nuevo y el anterior gobierno. Y por definición, no pueden ser profundas. Porque se refieren a máscaras,a prólogo, a marketing. En cambio, cuando se escarba un poco más hondo, no se encuentra en la gestión macrista ningún apego por las instituciones o los principios republicanos.

La primera medida política del Presidente, fue designar a dos jueces de la Corte Suprema de Justicia por decreto, algo que siquiera había intentado Cristina, tras doce años de acumulación de poder.
Sus anuncios económicos no se quedaron atrás. Tras anunciar en campaña que los impuestos serían facultad del parlamento, eximió de retenciones a sectores que 'no podían esperar' tanta división de poderes.
Asímismo, El Congreso, fue el primer espacio de negociación política cuando llegó la hora de honrar las deudas buitres y las voces se alzaron celebrando los acuerdos entre bloques disímiles.
Sin embargo, dos meses más tarde, no tuvo la misma suerte una ley que no tenía los mismos destinatarios. Y una norma que, con muchas contradicciones, intentaba que los empresarios participaran también del ajuste a beneficio de sus empleados, sufrió el primer veto en la era Macri. Sin perjuicio de las lecturas políticas con segundas intenciones, resulta evidente el concepto que el Poder Ejecutivo tiene sobre los acuerdos logrados en el Legislativo cuando sus objetivos no coinciden. La principal prueba está en los más cien vetos que Mauricio practicó como jefe de gobierno porteño.

Hace más de un mes, el juez Oyarbide, cómplice de la impunidad del poder hace más de veinte años, presentó su renuncia. Y el gobierno que vino a combatir la corrupción prefirió no acusarlo, aceptándola para que se vaya con su cómoda jubilación a bailar por donde quiera que haya un globo amarillo volando.

Miedo a perder: El fútbol que le gusta a la gente


Estamos atravesando la etapa final de un torneo extraño. Por única vez, y para remendar errores recientemente cometidos, el torneo de transición 2016 nos venía acostumbrando a un vendaval de goles.
Una disputa donde mucho hay por ganar -están en juego el título y cuatro plazas a la próxima Libertadores- y muy poco por perder -solamente hay un descenso - expuso la faceta más ofensiva de algunos entrenadores. Sin embargo, la fecha 12 le puso un freno a las ilusiones renacentistas.

Hasta hace siete días, el campeonato alcanzaba los casi 3 goles por partido en promedio, y nunca se habían gritado menos de 33 goles en una fecha. A falta de disputarse dos partidos en la 'fecha de la muerte', ¡se han convertido apenas 13!, lo que arroja la flaca suma de un gol por encuentro.
En el fin de semana se han jugado siete partidos, de los denominados clásicos históricos. Cuatro de ellos han terminado cero a cero. Los que tuvieron ganadores (San Lorenzo, Lanús y Unión) recién marcaron en los segundos tiempos. La prudencia y el temor a tomar riesgos salieron a la cancha sábado y domingo. Ni siquiera el hecho de contar con un jugador demás supuso grandes alteraciones estratégicas: River abundó en mezquindad aunque tuvo superioridad numérica durante 85 minutos, Lanús pudo abrirlo a partir de una pelota parada, y Unión sólo a cinco minutos del final, tras un grueso error defensivo.

En una sociedad donde la catástrofe es más incisiva que el éxito, la consigna era no ser tapa de ningún diario. Con un empate alcanzaba para pasar desapercibido en medio de tanto partido importante. Sobresalía el que fuese derrotado, y muchos prefirieron el anonimato. Casi todos lo lograron.
No jugamos para crear, para divertirnos, para lograr belleza en la colectividad del movimiento. Jugamos para humillar al rival, para hacerles sentir nuestra superioridad. Entonces, cuando no resulta sencillo plasmar esa supuesta diferencia dentro de una cancha se desordenan los valores, y ya jugamos para no perder. Para no sentirnos humillados. El olor de la derrota es mucho más intenso que el de la trascendencia.

El miedo ríe,  y por naturaleza nos paraliza. Entonces preferimos cerrarnos atrás, revolear un pelotazo, hacer un pozo, y enterrar nuestros talentos.
   

Defensa al Tata catalán




Hace dos años nada más, el actual entrenador de la Selección Nacional de Fútbol, comenzaba a transitar el fin de campeonato más tormentoso que le había tocado a cualquier entrenador del Barcelona F.C. de los últimos diez. Tras haberse topado en cuartos de final de la Champions League con el increíble equipo del Cholo Simeone, iniciaba un derrotero que lo dejaba sin ninguna de las tres competencias que se definían en Mayo de 2014.
Hoy, que ha vuelto a resurgir la mística del Atlético Madrid y las circunstancias son casi idénticas, resulta conveniente analizar si aquella temporada fue tan mala para las filas catalanas.

El Tata Martino no las tuvo fácil: debió ser el encargado de continuar el legado del gran Pep, tras la inesperada muerte de Tito Vilanova. Las miradas, en tanto resultaba un personaje desconocido para el medio, recaían pesadas sobre sus hombros. Mucho distaba Luis Enrique cuando llegó al club, un hombre de la casa, que acumulaba historia con los cortos azul-granas. Quedará en la historia del periodismo aquella tarde/noche donde en conferencia de prensa, los medios hostigaban al director técnico argentino, tras haber goleado 4-0 al Rayo Vallecano y perdido la posesión por 51 a 49 por ciento.

Las armas de ataque entre aquella y esta temporada son también un punto a tener en cuenta. En aquel equipo el centrodelantero era Alexis Sanchez. Si bien son indiscutibles las bondades del chileno (0.33 goles por partido), es también incuestionable que Luis Suárez está un paso más arriba (0.8 goles por partido). El mismo Neymar Jr. ha tenido que superar su tiempo de adaptación al equipo para mostrar su mejor versión. En 2013/2014 convirtió 15 tantos, con 13 asistencias. Este último año sus números se duplican.

Si bien la faz defensiva permanece relativamente estable -ha cambiado solamente el arquero-, el plantel del Tata Martino no contaba con un volante mixto, de corte defensiva que pueda acompañar a Busquets. Ese trabajo solía hacerlo Cesc Fábregas. Hoy lo hace Rakitic, y acá están las diferencias. Es Luis Suárez quien ha absorbido holgadamente los goles que se perdieron desde el mediocampo.

Y aquí es donde yacen los argumentos que sostienen que más allá de los tres títulos del año anterior y el posterior Mundial de Clubes, el Barsa no ha vuelto a ser el mejor que conocimos. Aquella dinámica de precisión y rotación sin la pelota; aquella presión alta a la hora de recuperar; aquella infinidad de variantes para elaborar y terminar las jugadas han sido sustituidas por la eficacia de sus goleadores. Los goles se han concentrado en Messi, Neymar y Suarez. 'El 9 es el vació' decía Guardiola, en sus años dorados. Hoy el vacío ya es clásico y uruguayo. El factor determinante es la potencia, la letalidad, la resolución individual. No resulta extraño, por tanto, que equipos de élite aguerridos puedan anularlas.

Un final de campeonato ajustado entre tres, y una final de Copa del Rey hacen más similar el transcurrir de las fechas. Esta vez, el Barsa depende de sí mismo en la Liga, y en la copa no se las verá con el Real Madrid. Quizás algún trofeo logre salvar la ropa y la continuidad que no pudo Martino. Sin embargo, habrá quedado demostrado que ante situaciones de máxima exigencia, las certezas y el vuelo futbolístico flaquearon sensiblemente. Y así demostrar que ambos consolidaron buenos argumentos, pero que también en resultados quedaron muy lejos de aquel mejor equipo de la historia.

Mucho más que 30.000




Martín nació en Freyre, antes de que el siglo XX cruce su línea media. Cuando su adolescencia tomaba vigor, partió junto a sus hermanos hacia el sueño académico que Córdoba prometía. En la gran ciudad descubrió que las desigualdades y las injusticias nada tenían que ver con la armonía de su pueblo natal, y decidió no ser indiferente.
Martín dedicaba sus tardes a la Asociación de Médicos Obreros - que él mismo había fundado años atrás -. Él y muchos de sus colegas entendían que la medicina, en todas sus ramas, no podía resumirse a la atención clínico/hospitalaria, por lo que cuando el sol empezaba a caer sus rumbos se encaminaban a los barrios más pobres de La Docta.
En 1975 la entidad recibió un primer aviso y fue saqueada y violentada. Sin embargo, nunca recordó sentir tanto temor como a principios del año siguiente, cuando trabajando en un dispensario del norte de Alta Córdoba - por nada a Cambio -, una balacera que duró no menos de 10 minutos obligó a pacientes y facultativos a permanecer con el cuerpo pegado al piso.
Cuando el golpe militar ya era una realidad, tuvo la certeza de que su vida corría peligro. En seis meses sus dos amigos más íntimos y compañeros de lucha, habían desaparecido.
A sus 30 años, Martín, cumplía una doble condición poco usual para la época. Además de haberse graduado en tiempo y forma, seguía siendo soltero y, pese a que sus ojos solían ser siempre los más observados, no había en el corto plazo mujer que pudiese alterar su condición de uno.
Fue por todo esto que, advirtiendo la escalada de violencia que estaba dispuesto a devorarlo, no titubeó y comenzó a cargar las valijas. En Madrid encontraría un poco de paz y cuando el temblor hubiera pasado, volvería porque su tierra era ésta.

No fue fácil para un médico clínico gastar sus días - y a veces noches - vendiendo libros de baja reputación. Cuando luego de cinco años, logró homologar su matrícula y parecía que su camino español comenzaba a enderezarse, tomó la contradictoria y arriesgada decisión de volver hacia Argentina. Así fue que casi secretamente - incluso a oscuras de sus propios familiares - e invirtiendo todas sus arcas financieras, arribó a Buenos Aires en Septiembre de 1981.
No le resultó complicado descubrir que los campos seguían minados desde Jujuy hasta Ushuaia, y que las condiciones para su residencia cordobesa no estaban garantizadas. Ni para él ni para nadie con espíritu transformador. Quizás con más dolor que el de la primera vez - el dolor de la ilusión desvanecida - se dispuso a cruzar el charco antes de empezar el verano. Si algo tenía de positivo esta nuevo escape era que llegaba a Europa como médico.
Casi en paralelo con el advenimiento de la democracia, su vida a distancia comenzó a asentarse. Mientras su plano laboral iba en franco ascenso, una gallega logró obnubilarlo tanto como para contraer matrimonio y formar una familia que ya se extiende hasta la tercera generación.
Hoy, Martín, es un profesional reconocido y peina canas bien emblanquecidas por los vaivenes de la vida. Cuando la nostalgia lo oprime o se casa alguna sobrina, nuestro país lo recibe. Pocos saben la honda tristeza que los domingos suele acecharlo. Pocos saben que algunas noches sus sueños no se concilian y que despierta sudado, soñando que las fuerzas vienen por él. Pocos saben que casi no hay nada de aquel país que soñó. Pocos saben que extraña horrores a sus colegas, sus amigos, sus charlas de fútbol. Pocos saben que hace más de 40 años vive en el exilio.