Només tens una vida (Tienes una sola vida)


Este 2020 que se nos va quedará en el recuerdo de muchos como un tiempo raro, injusto, contradictorio. Quienes no han sufrido golpes en términos sanitarios, los han padecido en materia económica, aunque lógicamente siempre haya en el planeta algunos afortunados capaces de salir fortalecidos en cualquier situación, incluso una pandemia mundial. No es el caso de Messi, que -aparentemente- teniéndolo todo, tuvo un año que querrá dejar atrás rápidamente.

Después de otra Liga de Campeones donde el Barsa fue apabullado, el diez catalán cometió una inocente herejía: anunciar su voluntad de salir del club, confiando en la palabra empeñada por un dirigente en tiempos de pandemia. Sólo quien desconoce (o quisiera desconocer) el rol puramente mercantilista de un presidente de club europeo podría interpretar que lo iban a dejar irse fácilmente. Quizás Leo no lo sabía o quizás tan sólo imaginó que el club de su vida no iba a pelearse por estropear su deseo. Se equivocó.

Desde mediados de 2020 y hasta mediados de 2021, Messi jugará en el Barcelona sin tener ganas de hacerlo. Siendo el rosarino el mejor jugador de esta tierra, el que más salario gana, el que más ingresos genera por publicidad e imagen, perdió la pulseada ante un empresario de poca monta que renunció a su cargo semanas después del litigio. El verdadero poder no está dentro del campo de juego. Bartomeú y la corporación que lidera se lo hicieron saber.

Sin embargo, Lionel podría haber disputado un poco más su situación legal realizándole juicio al club que le abrió sus puertas en su niñez para que juege y pueda llevar a cabo su tratamiento. Messi decidió así renunciar a su legítimo reclamo, privilegiando su amor azulgrana frente a una salida conflictiva.

Hace unos años, también por esas tierras, Merlí le decía a un depresivo estudiante: Només tens una vida (Tienes una sola vida) para que así no la desperdicie. El joven Iván Blasco aprendía la lección y le dijo exactamente lo mismo a su profesor para que no malgaste su tiempo intentando reanimarlo. Una vida tenían ambos, como cada uno de nosotros, como el mismísimo Messi. Un año de esa vida la pasará en un lugar que él no quisiera.

Semejante hecho debería servir para que un pelotazo nos remueva las ideas. Aún siendo un todopoderoso en un campo de juego, quienes manejan la redonda son los dueños del capital. Y aún jugando en la elite de este deporte, tentado de posibilidades y de comodidades, se puede sentir la pertenencia y el amor por los colores. Porque, a pesar de todo, la pelota sigue sin mancharse.