Más acá de Miguel




 

[Ya sabemos donde están las cosas muertas.
 Esos rostros de asesinos, que regresan,
 a explicarnos que jamás hicieron nada.
 No sé bien donde poner tanta tristeza...]

Detrás del humor.
Detrás de lo nuevo.
Detrás de lo vulgar y chabacano.
Detrás de las putas y la misoginia.
Detrás de los discursos vacíos.
Detrás de la política sin ideologías.
Detrás del agua caliente para los negritos.
Detrás de los globos y el amarillo.

Están ellos. Los que inundaron la ciudad. Los que protegieron a Storni. Los que regalaron el Banco y su historia.  Los que le recortaron el sueldo a los jubilados y a los docentes. Los que no hicieron un hospital en los últimos 60 años.
Los Mercier y Los Reutemann.

El perro y el vidrio


El perro dió una vuelta, se rascó el hocico contorsionándose por completo, buscó sentarse sobre el almohadón. El estómago, todavía vacío, no lo inducía al sueño. Eran casi las siete, y el anochecer de abril lo encontraba ahí, estoico.
El vidrio de la mampara lo separaba del patio, y de alguna realidad añeja. Los otoños en la ciudad suelen cambiar la humedad por lluvia, y esa tarde en éxodo no pretendía contradecir a los dioses del cielo.
Unas horas atrás había intentado permanecer en el patio, pero cuando su pelaje empezó a sentirse mojado, aceleró los pasos en dirección al nada limpio trapo de piso, que le daba la nueva bienvenida al mundo bajo techo.
El cristal reflejaba su mirada enajenada, que se iba perdiendo y acercando repetidamente. El perro emitió un sonido, casi de queja, de disconformidad. Su ladrar tibio sonó grave, pesado, algo triste. La costumbre le había enseñado que, en los días laborales, el partir del sol coincidía con la llegada de su conviviente. Sin embargo, era evidente que aquella tarde algo lo inquietaba más que su reiterada soledad diurna.
Sus ojos oscuros brillaban en una tensión profunda; buscando un horizonte, o un infinito.
Es que su cuerpo estaba ahí, permaneciendo frente a la puerta entreabierta, inmutable a la brisa que comenzaba a refrescar la sala, pero su alma perruna había salido a pasear por otros tiempos y lugares.
Quizás estuviese volando hacia sus días mozos, rodeado de hermanos pequeños y astutos, compitiendo por la supervivencia, y al acecho de amor y leche maternal.
¿O tal vez su asentada adultez le había comenzado a exigir preguntarse por su padre, de quien no tenía más que una difusa imagen?
De pronto, sus más vigorosos deseos de ver y pisar el mar, ahora podían ser balanceados por una realidad más conservadora.
¿O acaso comenzaba a notar que sus ansias de libertad podrían finalmente quedar en ansias?¿Que el mundo libre y plural que alguna vez imaginó, y soñó forjar ya no nacería?¿Que su vida había sido una vida afortunada respecto de sus muchos pares -cobijo, salud y alimentación
no era algo que se podía relativizar demasiado en estos tiempos-, pero que él, en este ocaso, la estaba sintiendo insípida, intrascendente? ¿Que su pasar por este mundo no había marcado un nuevo rumbo para la especie?
O quizás sus ojos estaban a punto de empañarse cada vez que se acordaba de Ella. Y quizás en las tardes grises, ocurría a menudo. Porque cuando su perfume -el recuerdo de su perfume -invadía su olfato, no había razón que lo perturbara. No había razón que perturbara su melancolía.Y quizás todavía se preguntaba si la volvería a ver, si se reconocerían, si sería posible un futuro en común.
De repente, se escuchó el golpear del llavero, el perro olvidó todo -hizo como si hubiese olvidado sus tormentosos pensamientos- y se lanzó corriendo a arañar la puerta que le prometía compañía.

Tinelli, el inocente


Era octubre de 1995, el país ya empezaba a demostrar evidentes signos de deterioro después de seis años de menemismo. El riojano buscaba su reelección y con ayuda de la convertibilidad y una innovadora estrategia de campaña, la consiguió finalmente. Esa estrategia tuvo su momento más cumbre precisamente en el cierre. Entre risas y complicidades pícaras, el entonces presidente visitó el estudio principal de Telefé y compartió junto al conductor valiosos minutos del programa más visto de la televisión argentina. Fue el principio, el día de fundación del tinellismo.
Durante el resto de la década del saqueo, El Show de Video Match fue deslizándose lentamente hacia el humor político. El lugar que se le atribuía a Carlos Saúl, era el de la picardía y la viveza criolla. Un sketch de lucha libre lo mostraba siempre victorioso tras un corte de luz.

Llegó De la Rúa al poder y Tinelli se hizo un picnic. La situación económica y la inconstante irrigación sanguínea del 'presidente aburrido' se lo sirvieron en bandeja. Satirización, parodias incisivas y humoristas de nivel ponían la investidura presidencial en un lugar más que incómodo por primera vez en televisión abierta. Los Reality Shows invadían nuestras pantallas, y como los reflejos comerciales suelen ser más que rápidos, 'Gran Cuñado' fue la respuesta. Desde el gobierno se hablaba, entonces, de 'la tinellización de la política'.

El país se cayó, y hasta el nacido en Bolivar lo sintió en su audiencia. Los televidentes reclamaban algo más de compromiso, y entonces comenzó su metamorfosis declarando que había pasado de ser 'menemista para convertirse en antimenemista'. 180 grados, nada menos. Virtud de los que saben adaptarse y resistir.

Hasta fines del año 2003, cuando el país se 'normalizó', los canales de aire y de cable estaban colmados de programas políticos. El kirchnerismo, con marcado consenso social y creciente consenso peronista, decidió impulsar un cambio en sentido contrario: América, Canal 13, Canal 9 y Telefé minimizaron su programación al respecto. Marcelo Hugo, cuervo de nacimiento, pero de naturaleza camaleónica, supo interpretar nuevamente los tiempos y convirtió a su antiguo programa de humor en un show de culos y tetas. Tal cambio todavía repercute en el contenido de los canales más taquilleros.

Su silencio político fue sostenido, acompañando y potenciando el una sociedad, que hasta el conflicto con el campo en 2008, prefirió resguardarse bajo el paraguas del crecimiento económico. Fue cuando Tinelli, volvió a mostrar las uñas. En dos meses, consiguió instalar  un candidato desconocido,  baja trayectoria política, gran porte económico y probada incapacidad de argumentar en favor de la coherencia. Francisco de Narváez puede ser el próximo gobernador de Buenos Aires, y su grado de conocimiento se lo debe a aquella campaña. Aquel 'alika, alikate' derrotó a un ex-presidente.
Meses más tarde, en Santa Fe, las encuestan mostraban que el Lole Reutemann no podía contra su imagen privatista e inundadora y sería derrotado por primera vez en las urnas, como simbolo de un giro en los destinos de la provincia. Pero había un as bajo la manga. Tres semanas antes de que las urnas hablasen, apareció un personaje que se encargaba de corear divertida y repetidamente el cuarteto de 'El Lole Senador'. Los números le dieron la razón. Volvía a ser el ganador Marcelo, el del poder real.

Cuando Cristina volvió al centro de la escena política, Tinelli no podía faltar. Le convidó un abrazo en su día más triste, y se subieron juntos al escenario en Bolívar, el día del cierre de campaña. Desde hace dos años, ya, coquetea con AFA y el gobierno por administrar el Fútbol Para Todos. Mientras tanto, lanza alguna crítica, agazapado, midiendo, estimando para donde será el próximo salto pragmático.

En el norte del país, donde la miseria es más miserable, y el dolor duele más, las crisis son más profundas; tanto que no solemos verlas. En Salta, desde 2011, el bipartidismo más conservador está tambaleando. El favorito para ganar las elecciones es un candidato del Partido Obrero, presente en la mayoría de las luchas sindicales. Por su parte, el candidato del peronismo más conservador, Walter Wayar lanzó un spot de campaña donde se lo ve bailando cumbia con ropa deportiva. Tinelli twitteó que lo quiere en el Bailando..