Culpables




Ni el azúcar que nace oscuro,
ni el chancho que siempre comió las sobras
ni el opio que nunca quiso 
ser religión de los pueblos.

Ni los refugiados en sus pateras,
más abrigados de angustias que de ilusiones,
ni los pobres con su pobreza
en sus ranchos hacinados y olvidados.

Ni los obreros, de sus salarios adelgazados;
ni los mendigos, de su exclusión.
Ni los cincuenta y cuatro muertos en Once
ni los rockeros de Cromañón.

Ni los judíos en Alemania,
ni los árabes en Palestina,
ni Juana, de en la hoguera,
ni Alan, de la homofobia.

Ni las polleras cortas, 
ni  los pechos descubiertos
ni el derecho al goce mutuo
que se cuela en cada texto.

Ni las caricias clandestinas
empujadas por el viento
ni las formas de amor libre
que florecen en septiembre.

Ni tus ojos, ahora esquivos,
ni tu culpa en movimiento
ni el carmesí de tu boca 

que ya no se me despinta en mi del cuello.

A veces, la luna





















A veces, la luna
juega a pintarme la cara,
a ensuciarme en colores,
los pliegues que se resisten a ser arrugas,
con crayones desgastados.

A veces, la luna
mengua con acuarelas sus tardes,
me invita a bailar de a dos
y yo, que poco sé de las danzas
no me resisto a convidarle  mis manos;

A veces, la luna
se llena de fuerza femenina,
me hace un lugar en sus sábanas,
acaricia mis senderos,
tornasola mis seguridades,
y ya no puedo pedirle que se vaya.

A veces, la luna
crece desde los silencios,
me lee un cuento de Borges
que ansío poder terminar,
antes de caer en otro sueño.

A veces, la luna
desaparece nómade, ausente,
y yo viajo, lejos,
sólo para encontrarla dentro mío.

Ci sarà domani



Passeggero sarà questo tempo,
una parentesi tra due incontri,
Stantio, così tanta aria,
cambierà il suo colore teso.

Il sole ci colpirà in faccia,
e gli sguardi quarantenati,
si ridurranno in lacrime.

Riconoscerò il tuo tatto impaziente,
come qualcuno che non ha altro senso.
Il caffè e la pelle si scioglieranno di nuovo,
e per un po ' mi disseteranno .

Accovacciati, i tuoi baci,
mi aspetteranno nell'infanzia dell'autunno.
E sorrideremo sciatti,
con quel leggero rictus
che conferiscono solo
le precise proporzioni
di amore e piacere.

Dios Ameo



Siempre creí en Dios. Desde niño, naturalmente por imposición cultural y mandato. Dios representaba todo eso que no tenía explicación, una promesa de futuro feliz y eterno, los fundamentos para hacer el bien bajo su mirada examinadora y punitiva.

Las instituciones han hecho todo lo posible por alejar de la fe a las estratos sociales medios, a través de una espiritualidad escueta y sumisa, diseñada para otros tiempos. Y a pesar de todo sigo empecinado, tozudo, estoico. La culpa, el pecado, el machismo y la verticalidad eclesiástica sostienen, desde hace décadas, concepciones conservadoras en un contexto que pretende avanzar, discutir, ampliar e integrar.

Sin embargo, permanezco. Creo en Dios, con lo difícil y arriesgado de creer en algo. Creo en Dios y en los valores que se supone eso implica. Creo en un Dios que sintetice la totalidad de la especie; un Dios más colectivo que individual,  más terrenal que celestial; un Dios humanizado -¿quizás Jesús?-; un Dios que tema, se angustie y dude. Un Dios que sea sinónimo de libertad, donde el único dogma sea amar sin restricciones. Un Dios que no sea causa-juez de la moral, sino su consecuencia y testigo.

Un Dios padre, madre, hermano, hija, amigo, pareja, amante;
desjerarquizado y compañero;
para que los panes y peces se sigan multiplicando.