Luego llueve





Estoy en pensando en la lluvia,

como la piensa la tierra sedienta;

como la piensan los campos surcados, 

ávidos de la cosecha.


Estoy pensando en la lluvia,

como esa excusa para el faltazo escolar,

como el guiño de la suerte a un remisero,

como el grito herido de los barrios inundados.


Estoy pensando en la lluvia

como se piensa en las acacias o en los colibríes;

como se piensa en un día cualquiera,

en un veinte de mayo o en un trece de noviembre

audaz, copioso.


Estoy pensando en la lluvia como verdad absoluta,

como prueba inequívoca del contacto con los dioses imaginarios,

una ofrenda de la naturaleza hacia la humanidad.


Estoy pensando en la lluvia como música que acompaña

a los cuerpos que se buscan, se reconocen y se encuentran

enredados entre las siestas y las sábanas,

urgidos de placer y calma.


Estoy pensando en la lluvia como un observador;

con sus contradicciones y sus certezas gravitatorias,

como un tercero, ajeno a la escena,

intérprete involuntario añadido a su paisaje.