Los Héroes de Mi Infancia


"Cantame, cantame Walter, cantame un gol" ya no se oía en mi radio. El fútbol no era televisación y las canchas no estaban vacías de público y llenas de publicidad. Las pantallas gigantes no silenciaban a los hinchas que horas antes del partido hacían notar su presencia incondicional. Las banderas gigantes eran color y no miedo. "El lechuga" llevaba su loro a Lanús, mientras la costanera y el boulevard eran una sola bocina ensordecedora.

Era mi infancia, tan cercana en tiempo, como distante en realidad.

Mi viejo me hizo sabalero, y aunque de a ratos me las ingenio, creo no podré devolverle tan inmenso favor. Él también lo heredó del abuelo, que aunque se pronunciaba siempre tatengue, atesoraba desde La criolla su corazón rojo y negro.

No íbamos a la cancha. Colón era una utopía, solo alcanzable por el receptor que, a fuerza de narración y poesía, me llevaban al centenario, aunque yo estuviera en casa.

La previa, los juegos y las notas hacían que cada partido dure mucho más que noventa minutos.

Y Colón no salió campeón. Pero yo sí. Aquella siesta en que me coroné fue y será inolvidable. La historia comenzó un jueves telefónicamente y la excusa era ofrecer algo para Deportes. Un productor y Gustavo hablaron conmigo. Me dijeron que podía ser y sin nada a cambio. Ya el domingo en la universidad, Mazzi y Bergessio me invitaron a subir al auto y charlando de fútbol llegamos al cementerio de los elefantes. Pasamos la mesa de prensa con instrucciones astutas de Fabián y en unos minutos estábamos ahí. Era yo el invitado a la cabina de transmisión, casa de los narradores, donde sus voces me regalaron aquel Colón 5 – Talleres 1.

Y ambicioso como hincha del fútbol, fui por más unos meses después. Y logré el bicampeonato en Colón 3 – Quilmes 3. Quedará solo como un detalle que aquel domingo el cervecero remontó el partido con dos tipos menos. Recuerdo que al volver de la cancha, Fabián me hablaba de Raviolo, el oficio de periodista, sus alegrías y sinsabores.



Aunque ellos no lo sepan, son los héroes de mi infancia.

Hoy con algunos años más, cada fin de semana, dos horas antes que la pelota empiece a rodar, el dial marca el 1020, y ya no puedo desprenderme del receptor. Voy preparando el mate porque viene lo mejor. Mis oídos tienen sed de gloria, mi mente vuela y mi corazón se divide en rojo y negro esperando ese grito. Porque

Cuando Fabián Mazzi grita gol es una locura el fútbol...

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