¿Quién hace algo por mí?


Solemos mirar a la política desde lejos. Casi como algo extraño, ajeno.
A veces nos acercamos a través de los medios, para informarnos o algo parecido, y enseguida nos disgustamos. El rechazo es tan marcado, que en poco tiempo volvemos a la apatía y a esa funesta sensación de que nada se puede cambiar.
Muy escasas ocasiones son las que decidimos interactuar, participar, comprometernos, hacer algo. Una de esas fue el jueves pasado.

Después de años de paciencia y precariedad laboral, cientos de personas decidieron ir a la plaza de la legislatura para mejorar su calidad de vida. Para exigir a quienes nos representan que el Estado regularice la situación de más de 3000 santafesinos.
Desde el punto de vista laboral, gremial, pero sobretodo ciudadano, ha sido una verdadera lección cívica: Poner el cuerpo. Estar en el lugar de los hechos. Conocer las problemáticas que nos involucran. Manifestar solidaridad con el compañero.

¿No son éstas acaso las fuerzas que correlacionan la vida democrática?¿Cuándo fue que creímos que lo único que ésta nos exigía era votar cada dos años?

¿Y si en vez de quejarnos tanto, nos comprometiésemos con alguna causa?
¿Y si en vez de bufar cíclicamente nos pusiéramos de acuerdo en algunos puntos básicos?
Si encontrásemos algo que cambiar en el barrio, en el club, en el partido, que por chiquito que fuera, esté a nuestro alcance, ¿no valdría la pena?
¿O será mejor que papá y mamá nos resuelvan los problemas, mientras seguimos pataleando infantilmente?

Yo le preguntaría a los que estuvieron en la plaza, soportando diez horas de sol, y el mes que viene van a tener un recibo de sueldo.

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