Darthes, las nadies y las preguntas
















Nos pega, nos interroga, nos sacude, nos muestra una parte de lo que somos y no queremos ver.

La noticia tuvo un impacto no visto antes. Una actriz cuenta como en sus dieciséis años fue abusada por un compañero adulto. Y de repente, nos damos cuenta que ésto sucede, mucho más menudo de lo que creemos. De lo que queremos creer.

Ayer nos golpeó porque vimos una joven famosa denunciando a un adulto famoso. Pero, ¿cuántas  Thelmas hay día a día que no tienen voz?¿Cuántas a lo largo y ancho del país?¿Cuántas en las provincias más conservadoras donde hay otra concepción cultural de las menores?

Hay algo que estamos haciendo mal. Muy mal. El resultado nos juzga. Nuestras hermanas, primas, compañeras, amigas nos cuentan haber vivido situaciones de acoso, violencia y sometimiento que supimos naturalizar y hoy empiezan a rebasar de nuestro vaso agotado, a salirse por las fisuras de nuestros viejos esquemas resquebrajados.

¿Cómo es que no nos agrupamos y, para siempre, decimos 'basta'?
¿Dónde llevamos impresos los paradigmas que nos impiden revisar las afirmaciones más obvias, a rediscutir los roles supuestos y nuestra forma de vincularnos?
¿Cuándo fue que permitimos que las licencias por paternidad sean de dos días, relegando la función paterna y perjudicando el ingreso femenino al mundo laboral?
¿Por qué vemos normal que las mujeres tengan que hacer colas eternas para ir al baño?
¿Qué lugar les permitimos ocupar a ellas en casa, en el club, la escuela, las iglesias?
¿Cómo es que no exigimos que la educación sexual sea lo más amplia posible, para que los encuentros íntimos sean goce pleno y mutuo?

Y que las respuestas transformen la bronca en lucha...


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