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Siempre me llamó la atención esta foto. 

Uno recibe los recuerdos de la niñez en tercera persona: se miran las imágenes, se analizan, se interpretan inmodificables.

Ese hotel en Córdoba; el olor a familia; la mano de mi viejo conteniendo mi todo; un verano sin heridas; la frescura de mi mirada.

Mucho más me sorprendí hoy, al descubrir sin querer, que mi viejo tenía los 33 años que hoy tengo yo. Los mismos, y tan distintos.

Feliz día viejo!

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