Tu cuerpo volvió una noche


Y se alzó por los peldaños de los ocasos;
Y se sublevó contra el tiempo.
Y arrebató de los rincones, las certezas.
Y cerró todas las puertas entreabiertas, azuladas.
 
Lo soplaron las mieles de un calor espeso,
lo transformó la brisa, al convertirlo en lluvia.
Lo trajo la humedad de noviembre,
lo buscó, tanto, un deseo.

Y desgarró mis seguridades;
Y se hamacó suave, en los resortes del silencio.
Y sus manos se hicieron alas, que volaron hábilmente
Y la oscuridad supo, también, hacer puro lo imperfecto.

Los despojos de las dudas lo empujaron entre las sábanas,
las preguntas, sin respuestas, no alcanzaron a reconocerlo;
las contradicciones de los dioses mentaron este reencuentro.
Fui testigo de su carne, testigo soy de su verbo.

Y el compás de su latir se acopló a mis enredos.
Y el perfume de su sexo se adueñó de la habitación
Y navegó, convencido, hasta el naufragio inevitable.
Y entre melodías pasajeras, apagó todas sus luces.

Tu cuerpo volvió,
y se fundió con la noche;
fueron ya una sola cosa,
y nunca más amaneció.

No hay comentarios:

Publicar un comentario