Trotsky


Después de liberar la Unión Soviética
Después de empoderar a millones de trabajadores ,
Después de conquistar a Frida,
Después de vivir y morir con Natasha
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El viejo Trotsky apagó su voz lejos de su casa, lejos de su frío,
lejos de su perro amado,
lejos de sus hijos asesinados en la Gran Rusia.
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Opositor al totalitarismo Stalinista creciente se convirtió en exiliado y culpable de casi todo. Pudo refugiarse en Mexico, cuando todos los países europeos -capitalistas y comunistas- le negaron asilo, por finales de la década del ‘30.
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Sin embargo, la mano que empuñaba el piollet que le abrió la cabeza cruzó dos continentes para arrancarle la vida y las ideas emancipadoras.
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Convencido hasta la tozudez, Leon Trotsky creía que “La propiedad del Estado se hacía socialista a medida que dejaba de ser propiedad del Estado". Y no se lo perdonaron.
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Consciente del peligro que lo acechaba, escribió caudales sobre el capitalismo que nos tocaría. Y tuvo razón.
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Su testamento fue, quizás, un poco optimista: ‘La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia..’
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En 2016, junto a @santigon86, tuve el gusto de poder conocer la casa donde pasó sus últimos días, e incluso conocer a su nieto -convertido en anciano-, testigo ocular de su muerte.
El lugar pasa inadvertido para turistas y autoridades. Paradójicamente, ser trotskista suele tener connotaciones peyorativas en nuestras tierras.
Olvido y ensañamiento. Dos características que casi siempre la historia le asigna a algo que fue razonablemente bueno.

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